martes, 4 de agosto de 2020

EL mural de la estación- Crónica

Villa Lugano perdió el color. Se puede apreciar a simple vista si se camina por la zona del parque de la ciudad, por la estación de tren, o las cercanías de la escuela de artes Lola Mora. El barrio ya no es el mismo de antes, de a poco se fue consolidando un proyecto para quitarle la esencia.

La estación de tren es el icono luganense inconfundible. Es punto de encuentro de amigos, comerciantes, de familias y de enamorados. Marca el comienzo y el fin del día para laburantes del barrio que trabajan lejos y usan al tren como la mejor forma para llegar a tiempo a su jornada. Vio crecer y pasar a tanta gente a lo largo de estos años, pero ahora está completamente pintada de gris, como si le hubiesen quitado su identidad.

 Allá por el 2017 el Gobierno de la Ciudad decidió tapar con pintura gris el histórico mural de la estación de Lugano hecho por Hector Rapisarda, respetado y recordado fileteador del barrio. Desde entonces, los vecinos luchan por restituir el mural y así honrar la memoria de Rapisarda, fallecido en junio de 2009.

“El Rapi fue un profesor espectacular, muy detallista y dedicado siempre al fileteado. Me dijo que hizo el mural pensando en un homenaje a la llegada del ferrocarril. Es una lástima que lo hayan tapado”  “Si la viera se muere de vuelta, con todo el esfuerzo que le puso, el no hubiera permitido esto” se lamentó mi mamá con un poco de nostalgia en sus ojos. Ella concurría a los talleres que daba en el CEPNA, el centro cultural de Lugano, y aún atesora en las paredes de casa algunos de los cuadros que pintó en las clases.


* * *

“Desaparecieron los murales de Hector Rapísarda. Desaparecieron la historia, el filete, la cultura luganense. En la estación donde nació Lugano es hoy todo gris. Tristeza, impotencia, identidad lastimada. Que este dolor nos levante y nos haga reunirnos para rescatar nuestra cultura” rezaba un comunicado de la Junta de Estudios Historicos de Villa Lugano y Villa Riachuelo, que con mucho esfuerzo y a pulmón impulsó una convocatoria a todos los vecinos para juntar firmas y pedir que se vuelva a pintar el mural. Sin embargo es el día de hoy que el Gobierno de la ciudad no da respuesta alguna y la estación sigue todavía esperando que alguien le devuelva la memoria.

 * * *

En 2018 se avecinó otra pérdida significativa para la cultura de Villa Lugano. Esta vez no era un mural, sino que era el mismísimo CEPNA el que estaba a punto de desaparecer.

 Recuerdo haber visto yo misma, pegado en la vidriera de la panadería que está al lado del centro cultural, un volante que decía: “Festival todos por el CEPNA, no queremos que nuestro centro cultural desaparezca, veni a apoyarnos con tu firma”. Debo decir que sentí un pequeño escalofrío en ese momento, ya que también fui parte del centro cultural cuando era niña participando inocentemente de los talleres de dibujo que dictaba la Profe Mariana.

El CEPNA representaba y, aun lo hace, la unión cultural entre los vecinos, las tardes de clases de folklore y mateadas infinitas, de viejas y nuevas amistades, de la memoria, de la hisoria. Si el centro desaparecía, entonces también lo hacia una parte de la identidad vecinal. Por eso los vecinos intentaron salvarlo.

Pero aun con todo el esfuerzo del mundo el centro hoy fue relocalizado en el predio del Lugano Tenis Club a duras penas y con un espacio físico menor al que solía tener para desarollar sus actividades. Una vez más la cultura y la historia fueron relegadas a un segundo plano. Pero esto no es casual: este periodo, que coincide con la presidencia de Mauricio Macri,  fue un momento oscuro para la parte cultural de nuestro país.

 Debido a la falta de financimiento en disciplinas artísticas, el Frente de Artistas y Trabajadores de las Culturas presentó en 2017 la Ley Federal de las Culturas. Un proyecto para que el Gobierno Nacional destinara no menos del 1% del presupuesto total al financiamiento de proyectos artísticos y culturales.

En ese contexto también se presento un proyecto similar en CABA para pedirle al  Jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta, una distribución presupuestaria más equitativa y justa en lo que refiere a la cultura de la Capital Federal, ya que los recursos siempre benefician a grandes organismos o institutos oficiales. 

Ese mismo año cerró también Cine.ar Sala Arte Cinema, el cine ubicado a metros de la estación Constitución. Ofrecía proyecciones a 15 pesos, y a mitad de precio para jubilados, estudiantes y menores de edad, y funcionaba, por su ubicación, como un espacio de contención para la comunidad. Su cierre se dio, cuando el Incaa dejó sin efecto el convenio con la productora dueña del espacio y, por tanto, suspendió el pago del alquiler y los sueldos. 

También fue en el año 2017 que Pablo Avelluto comunicó al Ballet Nacional que el Ministerio de Cultura había decidido discontinuar el financiamiento de la compañía.

Estaba claro que el arte no era una prioridad, sino un mal a erradicar. Tanto lo que sucedió con estos casos, como lo ocurrido en el CEPNA y con el mural de la estación fueron los ejemplos vivos de que el arte era algo que poco interesaba al gobierno de turno y sin importar cuánto intentara nuestra comunidad, se harían oídos sordos a todos los reclamos.

* * *

 

“¿Al final que vas a hacer?”

-“Me gustaría, pero vos sabes que no puedo”

“Pero vos sabes hacer murales”

-“Sí, pero este era EL mural. Además yo sé pintar, pero no sé nada de fileteado. No puedo venir e intentar imitar eso. Me encantaría pero no me da el target”.

Lucía es mi amiga desde la secundaria y se dedica a pintar murales en las persianas del barrio. Cursa la Licenciatura en Artes Visuales del UNA con total éxito, pero se siente pequeña ante una propuesta gigante que le hicieron.

En el medio de la desesperación por restablecer el mural, una persona de la junta Histórica de Lugano- Riachuelo se comunicó con ella. “Estamos buscando a alguien que quiera restaurar el mural, vimos tus trabajos y pensamos que tal vez te interesaría participar, estamos pensando en sumar a los chicos del Lola” decía el mensaje en su celular.

Lucia se pone tensa, mueve los dedos de la mano frenéticamente porque no sabe qué hacer. “No, no puedo” me dice “Lo que hago yo no es nada que ver a ese mural. Además es mucha responsabilidad”. Luego contesto el mensaje y rechazo la propuesta.

En el fondo la entendí, si aceptaba hacer el mural, la expectativa de la junta iba a ser enorme y si bien era una alumna brillante todavía no se sentía preparada para manejar tanta presión.  Ellos querían restaurar lo clásico, la historia, la tradición, pero Lucía pintaba murales excesivamente coloridos, psicodélicos, algo  muy distinto a lo que la junta buscaba.

 

* * *

 

La estación sigue aun esperando que alguien la pinte, que le devuelva su identidad así como los vecinos de Lugano siguen esperando que el gobierno los escuche.

De vez en cuando paso por la estación cuando voy a comprar a Avenida Riestra y recuerdo sus paredes rosadas, los arabescos pintados en ella, las tardes que habré pasado tomando mates con mis amigos en los bancos frente al mural pensando que iba a ser eterno, y las palabras que la Junta Histórica publicó en su comunicado hace algunos años vuelven a mi cabeza: “Que este dolor nos levante y nos haga reunirnos para rescatar nuestra cultura”